miércoles, octubre 25, 2006

Ramón López Velarde

Nació en Zacatecas. Estudió Derecho en San Luis Potosí. Fue profesor en Preparatorías. Ejerció como juez en San Luis Potosí. Colaboró con las revistas Vida Moderna y Pegaso. En 1921 escribió La suave patria, que servirá de título a uno de los libros de poesía de mayor renombre en la literatura mexicana. Es autor de los libros de poesía: La sangre devota (1916), Zozobra (1919), El son del corazón (1932), El león y la virgen (1942) y Poesías, cartas, documentos e iconografía (1952). En prosa es autor de El minutero (1933), El don de febrero y otras prosas (1952) y Prosa política (1953).



LA FLOR PUNITIVA

Una y otra vez envenenado en el jardín de los deleites, no asomaron ni la desesperación, ni la venganza, ni siquiera un inicial disgusto. Antes bien, germinó la solemne complacencia de los señalados por la diosa. Y en las rituales resignaciones, roja como el relámpago de una bandera, sólo se afanaba la sangre, queriendo escapar en definitiva.
Pasajera de Puebla, pasajera de Turín, lo mismo da. El frenesí masculino, sin caer en estulticia o en bajeza, no puede exigir legalidad a las distribuidoras de experiencia, provisionalmente babilónicas. Estimemos, al contrario, que sazonando nuestra persona lo libren de lo insulso y le inculquen el vital sentido de que toda raíz es amarga.
Los rectores de la multitud, llámense políticos, sabios o artistas, producirían obra más ilustre, si se repartiese entre ellos un prudente número de contagios.
Si pagar es lo propio del hombre, paguemos nuestras supremas dichas, abominando de esa salubridad que organiza las islas del Mar Egeo en compañía de seguros.
Un orangután en primavera divide sus chanzas entre los viejos verdes y los jóvenes en blanco. El furor de gozar gotea su plomo derretido sobre nuestra hombría; inútil y cobarde querer salvarnos de la crapulosa angustia. Al cabo, una ancianidad sin cuarentena suspirará por la mesa de operaciones.