miércoles, octubre 25, 2006

Luis Fayad

Nació en Bogotá en 1945. Ha publicado las novelas: Los parientes de Ester (1978), Compañeros de viaje (1991), La caída de los puntos cardinales (2000). Dentro del género del cuento: Los sonidos del fuego (1968), Olor de lluvia (1974), Una lección de la vida (1984), La carta del futuro (1993), El regreso de los ecos (1993), y Un espejo después (1995).


MENSAJE DE MEDIANOCHE

Desde hacía un mes la rata rondaba todas las noches por el apartamento. Leoncio la oía, dueña del lugar, y había ensayado deshacerse de ella instalando trampas y rociando veneno por el piso. También en vano obstruyó los agujeros de los rincones y se paró amenazante con una escoba detrás de las puertas. Al cabo del mes Leoncio se notó a sí mismo con el carácter cambiado, y escribió una nota: «Por favor, déjeme tranquilo». La colocó en el piso de la cocina y se acostó confiado, pero lo único que varió durante la noche fue el pasearse impaciente de la rata, y a la mañana siguiente, cuando leyó de nuevo la nota, Leoncio tuvo la impresión de que iba dirigida a él.


MALA SUERTE

Desde el paradero del bus Leoncio observa los esfuerzos de un hombre por permanecer asido a la viga de un edificio. Algunos automóviles se detienen y los transeúntes empiezan a agruparse, y ya en calidad de testigos susurran palabras apresuradas sin atreverse a emitir un presagio. Angustiado, Leoncio piensa en que el bus puede venir sin asientos libres, y abstraído recorre con la mirada el trayecto del hombre desde la viga hacia el suelo. Cuando el bus aparece, Leoncio sube de prisa y busca sin éxito un puesto vacío. Mala suerte, piensa.


REENCUENTRO CON UNA MUJER

La mujer le dejó saber con la mirada que quería decirle algo. Leoncio accedió, y cuando ella se apeó del bus él la siguió. Fue tras ella a corta pero discreta distancia, y luego de alejarse a un lugar solitario la mujer se volvió. Sostenía con mano firme una pistola. Leoncio reconoció entonces a la mujer ultrajada en un sueño y descubrió en sus ojos la venganza.

–Todo fue un sueño –le dijo–. En un sueño nada tiene importancia.

La mujer no bajó la pistola.

–Depende de quién sueñe.



Derechos reservados
© Luis Fayad